El fracaso es la fórmula con la que reaccionan los ingenieros. Los golpes, los mazazos, los sinsabores constantes.
Después de tantos madrugones, de tantas noches sin dormir, de tantas horas dedicadas a esa asignatura. Después de tantos ejercicios, de tantas demostraciones, de tantas hojas aplastadas con la rabia de quien ha conseguido entenderlo.
Aun así, llegas al examen y ningún ejercicio es ni siquiera parecido a todos los que hiciste en clase. Tampoco es de aquellos que había en los apuntes de otros años. Ni siquiera de aquellos rebuscados de los foros de ingeniería.
Resoplas, compruebas que tu calculadora no está en radianes, y a pesar de todo sacas fuerzas para tratar de, al menos, obtener algo de puntuación con el proceso y algunos comentarios de razonamientos poco trabajados.
Días más tarde, en mitad de la preparación del siguiente examen, preso del pánico a volver a fallar, tu móvil se enciende. Sí, es tu amigo, que te dice que han salido ya las notas. Corriendo, entras en Moodle en busca de ese 5.0 que te anime a seguir estudiando. Pero no, tu nota ni se le parece.
Dejas caer el bolígrafo y algo dentro de ti se derrumba. Sientes que no merece la pena seguir preparando ningún examen, después de tanto estudiar para poder disfrutar, al menos, de un año sin estudiar el 8 de julio a las 4 de la tarde.
Tu garganta se hace un nudo y tus puños se aprietan. Miras a todos lados, buscando la respuesta. Y la respuesta eres tú.
-Otto.
PD:Aca les dejo fondos de pantalla para su celular.
-Otto.
PD:Aca les dejo fondos de pantalla para su celular.